Existen muchas proteínas diferentes en nuestro cuerpo que pueden plegarse mal y producir amiloidosis. La predisposición a formar proteínas anormales puede heredarse de nuestros padres, o incluso surgir a partir de mutaciones del ADN adquiridas durante nuestra vida. En algunos casos, la amiloidosis es el resultado de enfermedades infecciosas o inflamatorias crónicas, o de diálisis renales a largo plazo. No obstante, la mayoría de los casos diagnosticados son causados por una afección de la médula ósea que tiene similitudes con el mieloma múltiple.
Amiloidosis localizada
Aunque las formas principales de amiloidosis se describen anteriormente, es importante reconocer que los depósitos de amiloides se pueden dar ocasionalmente en áreas aisladas sin evidencia de enfermedad sistémica. Estos depósitos localizados semejantes a tumores a menudo se producen en la vejiga y las vías respiratorias (p. ej.: la tráquea o los pulmones). También se han diagnosticado depósitos en el ojo, el tubo digestivo, la piel y el pecho. De forma similar a la amiloidosis AL, los depósitos de amiloides localizados están compuestos de proteínas de cadenas ligeras. Sin embargo, en la amiloidosis localizada, los plasmocitos anormales que producen las cadenas ligeras de amiloides se encuentran en los tejidos afectados, no en la médula ósea.
Otros tipos de amiloides no sistémicos están asociados con proteínas de hormonas, el envejecimiento o áreas específicas del cuerpo. Un caso especial de amiloidosis localizada es la angiopatía amiloide cerebral (cerebral amyloid angiopathy, CAA). Si bien la causa aún se desconoce, en algunas personas, la CAA puede ser hereditaria. Los depósitos de proteínas amiloides en las paredes de las arterias cerebrales aumentan el riesgo de sufrir accidentes cerebrovasculares y demencia. Esta afección neurológica es más común en pacientes mayores y no está relacionada con la enfermedad de Alzheimer.